La joven facultativa de 28 años, que trabajaba en el Centro de Salud de Mota del Cuervo y en otras localidades de La Mancha conquense, es la única española del listado. De ella se destaca su entrega y su carácter servicial y alegre
La revista británica The Lancet, una de las más importantes publicaciones médicas del mundo, homenajea en su edición más reciente a 18 médicos que han muerto por coronavirus en diferentes puntos del planeta, un listado en el que incluye a Sara Bravo, la joven facultativa que ejerció su profesión en el Centro de Salud de Mota del Cuervo y en otras localidades de La Mancha conquense.
El obituario colectivo -firmado por el periodista Andrew Green y fechado el pasado sábado, 28 de noviembre- lleva por título ‘A tribute to some of the doctors who died from COVID-19’ (Un homenaje a algunos de los médicos que murieron por COVID-19). En la entradilla se ensalza la labor desarrollada por los profesionales sanitarios a lo largo de la pandemia y se señala que, si bien no es posible honrar a todos los que han fallecido mientras luchaban en primera línea contra la enfermedad, se ha querido sintetizar en estas figuras ese cariño y respeto.
«Estas vidas también son un recordatorio de la dedicación y el servicio continuos de quienes continúan cuidado a los pacientes en un momento en el que los casos y las muertes por COVID-19 están aumentando en muchos países», reza el texto.
Bravo es la galena más joven (falleció con 28 años el 29 de marzo en el Hospital Mancha Centro de Alcázar de San Juan) y la única española en una relación que recopila nombres de Estados Unidos, Yemen, Rusia, Brasil, Ghana, Ecuador, Italia, Filipinas, Sudán y el Reino Unido, entre otras procedencias.
The Lancet inicia los párrafos dedicados a Bravo evocando una anécdota relatada por Luis Cabezudo, un compañero de la Facultad de Medicina de Valladolid, donde ambos sacaron la carrera. Una lesión en la pierna no impidió que la muchacha bailara durante la cena de graduación, irradiando felicidad por haber logrado su objetivo de convertirse en médica.
Rápidamente, recuerda la revista, Bravo encontró un puesto como facultativa de atención primaria de Mota del Cuervo. «Alegre e infatigable, tenía el don de calmar a los pacientes». Allí, mientras hacía una sustitución, atendió a enfermos de COVID-19, de la que termino contagiándose y requiriendo hospitalización. . “Murió porque amaba su trabajo, lo hizo con valentía y lo hizo pensando siempre en los demás”, destaca Cabezuelo.
Ignacio Rosell, que fue su profesor, destaca que alumnos, docentes y compañeros la recuerdan como «una persona hermosa» que estaba al comienzo de una «prometedora carrera» y que siempre estaba dispuesta a colaborar y a ayudar a todo el mundo.